Hubo un delivery de bombachas rosas. Por algún motivo mi tía no le pega a los talles. El año pasado las bombachas parecían salidas de un sex shop y este año eran más bien carpas para nueve personas.
Tuvimos un recital privado y participé en la percusión tocando los huevitos mágicos, mientras los mosquitos se comían mis piernas sin tener una pizca de piedad.
Como era predecible, mi viejo celular entró en coma profundo cuando se vio amenazado por una ola de mensajes festivos. El 25 pasó tranquilamente. Como si no hubiese comido suficiente Ceci me invitó un helado a la nochecita. Este post no tiene nada de sentido, ninguna razón de ser: solo es una excusa para ablandarme y sentarme a escribir algo cortito, ya que estoy preparando otras cosas que me van a llevar más tiempo.
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