martes, 1 de diciembre de 2009

Mariel Capeletti, Jésica Para y Montserrat Montañaza: Vol. 1

Y allí se encontraban, las tres de la vida aireada. Barra de un Bar, doce de la noche de otro sábado que pasa sin pena ni gloria. La música, a parte de ser una mierda, está muy alta y gritan para hacerse entender. Y, la puta que lo parió, es un Cantobar. Toman una jarra de cerveza. Mariel se queja de que la banqueta no la deja ponerse cómoda, Jésica quiere ir a dejar las cosas a un guardarropas que no existe, y Montserrat se cuelga viendo las vetas de la madera de las columnas.

Sube el cantante, un pelado que tiene más pinta de stripper que de otra cosa. Hace lo suyo: el tipo se cree Ricardo Arjona, Cristian Castro y Justin Timberlake, todo en uno. La gente grita, corren las mesas y las únicas sentadas son ellas tres. Mariel quiere quedarse, seguir tomando. Con un poco de suerte la pasa a buscar un amigo y su noche termina mejor que la del resto. Jésica se quiere ir, no se aguanta el ruido y el humo hace que los lentes de contacto le molesten. Además, no se ven nunca y cree que es un despropósito estar en un lugar en donde no se puede hablar con normalidad. Montserrat está en otra galaxia, canta los estribillos de las canciones que pasan en inglés. Ellas saben que cualquier cosa puede hacer que Montserrat se quiebre al medio y termine vomitando por los nervios en medio de Rivadavia. Por eso se cuidan de no decir nada desubicado y de mantenerla relativamente sobria.

Piden una ronda de tragos. A esta altura ya empezó a subir la gente común a cantar un tema de Vilma Palma. La situación pasa de incómoda a bizarra: nadie sabe que decir y se limitar a reírse de los aparatos que suben del escenario y del color no humano que tiene el pelo de la barwoman.

Piden otra jarra de cerveza. Alguien del lugar les pide las banquetas, cómo si ocuparan mucho espacio, que se yo. El amigo de Mariel espera afuera. Jésica cuenta los minutos para subirse a un remis. Montserrat tiene suficiente alcohol en sangre como para poder dormir y a la vez simular una sobriedad dignamente.

Caminan hacia la estación. El camino de piedritas hace que los zapatos hagan ruidos graciosos al andar. Abrazo grupal antes de separarse, Mariel… no se sabe a dónde va con ese tipo, del que Montserrat y Jésica nunca se acuerdan el nombre. Éstas hacia la remisería del otro lado de la vía. Diez minutos de espera y eso es todo. Todo un éxito la noche. Lo más notable fue, sin dudas, que no les cobraron la primera jarra de cerveza.

1 comentario:

Miss Wallace dijo...

Ay! Cácerus Cácerus, quién te ha visto y quién te ve! muy divertido mechi, definitivamente lo tuyo es la escritura. Besiños Catastrophe Stewardess, Colega de las Turbulencias

Sol